In memoriam de mi gordi ( por Villabichos)

In memoriam de mi gordi por villabichos

¡¡¡¡ La que has armado, Gordi !!!!

Seguro que ahora estás, asomado desde tu nube, asombrado ante todo esto..... Tú sólo te acercaste al bordecito para volver a ver, desde allá arriba, a tu familia...a tu querida Miryam. Sólo querias ver que todo estaba bien, como siempre ha estado....

Y encuentras los ojos de Miryam llenos de lágrimas.....lágrimas que se unen a las de 8000 amigos más. Lágrimas que caen a la tierra para regar la semilla que ya ha empezado a germinar...

Te preguntas qué tiene que ver esto contigo... Claro, tu solo hiciste lo que mejor sabes hacer:

Ser compañero y amigo, esperar pacientemente junto al ordenador, hacer reir cuando más se necesita, pasear, jugar, revolcarte en la arena..... solo disfrutaste de la vida, de la comida, de los juegos, del amor de la familia..... Como cualquier otro perro. ¡¡¡¡ Que importa la raza !!!!
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Y poco a poco conseguiste hasta cambiar el lenguaje, Pasaste de ser un perro de caZa a ser un perro de caSa. Sólo una letra que cambia totalmente una vida.....

Una casa en lugar de un zulo, un paseo en lugar de una cacería, pienso y chuches en lugar de pan duro, abrazos en lugar de patadas... y una vejez rodeado de cariño en lugar de un tiro o una cuerda en el campo.

Ya no sorprenden los setters paseando con sus dueños, los pointers viajando de vacaciones, los bretones jugando con los niños, los galgos luciendo su elegante estampa en la ciudad.....

Y tú, Gordi, eres, en gran parte, el culpable. Así que no te asombres si a tu nube empiezan a llegar bracos gorditos, podencos viejecillos hablando de sofás..... y si, al verte, sonrien y dicen los unos a los otros ; " Mira, es Gordi. El perrito de Myriam, el de "perros de casa",

Abstenerse cazadores

Abstenerse cazadores

jueves, 13 de octubre de 2011

El rincón del adoptante. Paula y Jana


Esta es la primera historia que han mandado al correo :-)


Buenos días. Os voy a contar la historia de Jana y os mando un par de fotos, una de este verano en la playa y otra un poco más antigua con Lola. Ella no es la primera que adopté pero su historia es la más bonita. Primero llegó Lula (una snachuzer miniatura recogida en la calle)  que compartió espacio con Lola (una mil leches de una protectora, cuya hermana vive con mi abuelo y dentro de muy poco con nosotras) .
Cuando Lula murió adopté a Jana. Iba bucando una perra de tamaño pequeño para que pudiera jugar con Lola y estuve dando vueltas por varias protectoras de mi zona. En la perrera de Leganés me encontré con ella. Tenía cerca de dos meses y la tenían metida en un cercado al aire libre con un perro ciego muy anciano. El flechazo fue instantáneo. Le pedí a uno de los trabajadores que me dejara entrar para acercarme a ella y ver cómo reaccionaba. La perrita estaba en un rincón y a pesar de que yo la llamaba no levantaba ni la mirada para verme. El trabajador me dijo que lo sentía mucho pero que no iba a abrirme la puerta si no me la iba a llevar, que el cachorro mordía y que si la quería iría a avisar a un compañero para que me la sacase de allí.  Perdi, que así se llamaba Jana, pesaba cerca de los 6 kilos con dos meses y era aproximadamente del tamaño de mi Lola entonces, a pesar de que tenía signos evidentes de desnutrición. La verdad que aunque no era lo que estaba buscando (no iba a ser un perro pequeño) no me lo pensé dos veces.
Me llevaron a la oficina y empecé los trámites de la adopción. A la media hora salía felíz con el cachorro en mis brazos. El veterinario, más coherente que el operario, me dijo que la perra no atacaba sin razón y me explicó que una señora la había encontrado en mitad del campo dentro de una tubería y que de vez en cuando la llevaba comida. Cuando crecieron las aguas llamó a la perrera para que la sacaran de allí pensando que el animalito moriría ahogado ya que nunca la vió fuera de su econdite. Necesitaron cuatro hombres para sacarla de allí y varios de ellos se llevaron mordiscos y zarpazos. La perrita no se acercaba a nadie porque tenía un miedo atroz a los seres humanos y el veterinario me dijo que lo que necesitaba era mucho amor.
Jana se dejó coger y llevar a casa. Ni me gruñó, ni me miró durante todo el trayecto. Al llegar allí se escondió debajo de una mesa y tuve que acercarle el plato de comida para que probara bocado. Me pasaba los días tumbada cerca suya, mirándola y poco a poco ella me fue mirando también a mí. La primera noche lloró y decidí dejarla dormir en la habitación, debajo de la cama. Tardé una semana en conseguir que la perra saliera de su nuevo escondite por motus propio. Si tirabas de ella podías conseguir sacarla a la calle e incluso cogerla en brazos y acariciala, pero siempre se mostraba reacia y temblaba. A los siete días de llegar empezó a sentir curiosidad por Lola y por la casa y vi que se acercaba a mí por detrás del sofá, siempre apoyada contra la pared. Yo seguía tumbándome cerca y poco a poco fue dejándose querer.
La llevé a mi veterinario y me dijo que seguramente tenía señales de desnutrición en la piel y en los dientes porque no había sido alimentada correctamente y que como no se acercaba ni a personas ni a otros perros, no habría convivido con nadie en sus primeros meses de vida. Que era un cruce de perros de caza, tenía leishmaniosis y problemas de riñón a causa de la enfermedad.
Jana tiene ahora 8 años y es la perra más maleducada y mimada del mundo. En casa es como un peluche y en la calle es un auténtico terremoto. Sigue teniendo ciertos problemillas con personas desconocidas y con algunos perros. Por ejemplo, no la gusta que la olisqueen más allá del hocico y suele gruñir si lo hacen, pero no pasa de eso y ladra a todo humano que se acerca a ella aunque luego se arrima a pedir caricias. Aunque quiere a toda mi familia con locura es mi sombra y no puede estar más de 10 minutos sin venir a ver qué estoy haciendo. Duerme conmigo, ve la televisión a mi lado y le encanta llevar todas mis pertenencias a donde ella está: zapatos, pijama, calcetines,... Siempre que vuelvo a casa me la encuentro encima de la mesa de la cocina con algo mío entre sus dientes, lloriqueando de alegría.
Cuando la miro me siento afortunada porque es capaz de alegrarme el día con sólo un pestañeo de sus ojos marrones. Los perros de casa siempre te devuelven con creces lo que les das y desde que comparto la vida con mis perras, soy una persona mucho más feliz y completa.
Te enseñan lo que es el amor desinteresado en todas las circunstancias. Si de verdad quieres tener un perro, adóptalo, te enseñará un millón de cosas más de las que tú puedes enseñarle.

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