«Me quedé petrificado. El que lo hizo no tiene alma, es
un salvaje, no es persona». Ignacio López es un vecino de Cartagena de
48 años de edad, que hace dos semanas vio una de las imágenes, confiesa,
más aberrantes y crueles de su vida: dos perros galgos ahorcados de un
olivo, en un solar entre Torreciega y la barriada José María Lapuerta, a
escasos cien metros del nuevo vial que unirá la Ronda Norte con el
Cabezo Beaza.
«Salí a pasear, como hago casi todos los días, muy
temprano. Nunca había pasado por allí. Eran las siete de la mañana
cuando los vi. No me lo podía creer. Se me cayó el alma al suelo. No
entiendo cómo una persona puede hacer semejante crueldad», comenta.
En ese momento, relata, sitió tanta rabia que pensó en
descolgarlos, pero fríamente creyó conveniente ponerlo en llamar por
teléfono al Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil
(Seprona) y comunicarle la situación. «Les indiqué mi posición y lo que
estaba viendo, entonces me dijeron que me llamarían para tomar cartas en
el asunto. Al poco me llamaron de la Guardia Civil de Lorca.
Sorprendido les dije que la zona pertenecía a Cartagena, pero ya no
volvieron a contactar conmigo», asegura.
Pasada una semana, Ignacio volvió a pasear por la misma
zona con la esperanza de no ver ya la imagen que días atrás le encogió
el corazón. Pero los galgos seguían allí, «en un estado de
descomposición muy avanzado, y con un olor nauseabundo. No se podía
estar».
Fue entonces cuando, al ver que la Guardia Civil no había
atendido su solicitud, pero en este cuerpo le dijeron que no era
competencia suya, sino de la Benemérita.
«Como no podía dejar que aquello se quedara así pedí a
mi hermano Carlos que hiciera fotografías. Revelé una en papel y la
llevé al cuartel de la Guardia Civil. Pero hasta ahora no han hecho
nada. Es injusto. Alguien debería pagar por lo que ha hecho, porque de
lo contrario lo volverá a hacer», auguró.
Llevó una foto al cuartel
No sabe quién ha podio hacer tal salvajada, como él mismo
la describe, aunque cree que puede ser alguien que conoce la zona y
sabe que es un paraje poco transitado.
Ignacio es un amante de la naturaleza y de los animales.
En su casa dice que tiene pájaros, gatos y perros y confiesa que nunca
se le ha pasado por la cabeza hacerles daño ni mucho menos cometer una
«barbaridad» de ese estilo. «Solo son animales indefensos que buscan el
cariño del hombre», razona.
El pasado sábado volvió al lugar y harto de ver esa
cruel estampa descolgó a los canes. «De la rabia que llevaba contenida
desde hacía dos semanas me decidí y corté las ramas. Ahora están en el
suelo. Creo que ya nadie se hará cargo de ellos», se lamenta.
Desde la Delegación del Gobierno, una portavoz indicó que
la Guardia Civil no tiene constancia de los hechos al no haber una
denuncia por escrito.
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