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España vuelve a la remota caza del jabalí alanceado a caballo
Castilla-La Mancha regula una práctica extinguida para atraer negocio cinegético
Enrique del Águila es fundador del Club Internacional de Lanceo y oferta en un coto de Toledo la caza del jabalí alanceado. “Es una práctica que estaba medio olvidada, pero se hacía en media España. Hay vestigios en el siglo I antes de Cristo y también que lo practicaba Alfonso X el Sabio o Felipe II”, cuenta. Según él, en el Arco de Constantino se ven relieves de uno de los dos emperadores romanos de origen hispano, Trajano, alanceando jabalíes. Hace unos tres años, tras probar en una finca madrileña, decidió ofertarlo para recuperar la práctica. Atrae cazadores de Madrid y les suelta jabalíes por las 50 hectáreas de finca. Los lanceros van en grupos y a caballo tras el animal. “El primero que hace sangre es suyo”. Aunque señala que el jabalí tiene oportunidad de escapar. Al final, a la pieza hay que rematarla. Cada año caza entre 30 y 50 jabalíes (a un precio básico para cuatro lanceros de 5.000 euros).
Del Águila mantuvo contactos con la Junta de Castilla-La Mancha para legalizar esta práctica y está a punto de conseguir su objetivo. El consejo de caza de la comunidad examinó el pasado 16 de mayo el borrador que reforma el reglamento de caza y que permite esta modalidad. La define como “batir un terreno a caballo cazando los jinetes con lanza a los jabalíes”. La primera redacción hablaba de “acosar” al jabalí, término que fue eliminado “para evitar conflictos éticos”, según el acta del consejo de caza. Este periódico intentó el viernes sin éxito obtener la versión de Castilla-La Mancha.
Juan Carlos Atienza, de la ONG ecologista SEO/Birdlife, que estaba en el consejo de caza, considera “inconcebible que se modifique una norma por el interés de una o dos personas, por importantes que sean”. Agrega que autorizar modalidades como esta son “un revés para todos los cazadores y gestores de caza que trabajan por conservar el medio ambiente”. El martes lo tratará el Consejo Asesor de Medio Ambiente, el último órgano consultivo que verá la reforma.
“La Administración se portó muy bien porque había oportunidad de negocio”, dice Del Águila, que ve normal que la regulación llegue con la práctica en marcha. No es solo esta finca. Hay cotos que lo ofrecen en Toledo, Madrid y Castilla y León. No es la primera vez. La tradición no se había extinguido del todo. En Hinojos (Huelva), cada verano, cuando se secan las marismas de Doñana, hay una o dos cacerías para la gente del pueblo. Antonio Gil, exalcalde de la localidad, explica que se hace para controlar las poblaciones en el parque nacional —el jabalí es omnívoro y genera daños— y sin ánimo de lucro: “Aquí se ha hecho de siempre desde que hay memoria. No con un interés económico, sino cultural y recreativo”.
Es un argumento similar al del toro de Tordesillas, en Valladolid, una tradición del siglo XIV, que cada año genera protestas de los defensores de los animales. En este caso puede ser polémico. Miguel Ángel Hernández, responsable de Conservación de Ecologistas en Acción, destaca que Castilla-La Mancha es una comunidad con un potente sector cinegético que “siempre marca el paso a las demás comunidades”. Hernández recuerda que la caza es una actividad regulada y que “uno no puede abatir animales como le dé la gana”. Critica que el lanceo se haga en Doñana, pero considera mucho peor que se recupere en Toledo, donde estaba olvidado.
Luis Fernando Villanueva, director de la patronal cinegética (Aproca), duda de que la práctica vaya a saltar más allá de “15 o 20 cotos de Toledo y Ciudad Real”. Ante las posibles críticas por el sufrimiento innecesario del animal, dice que eso es algo “interpretable”. “Hay otras modalidades en las que también puede sufrir”.
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