Ayer aseguró que nunca ha maltratado animales, pero
el fiscal se agarra a su confesión del año pasado para acusarlo de un
delito para el que pide 10 meses de cárcel
Representantes de asociaciones contra el maltrato animal se concentran ante el Juzgado de Badajoz
Con semblante serio y semioculto bajo una capucha compareció ayer en el juzgado N.B.B., el
pacense de 44 años acusado de torturar a dos cachorros de perro. Su juicio había levantado una
gran expectación
entre los defensores de los animales y sus palabras ante la juez
tampoco pasaron inadvertidas, puesto que negó categóricamente ser el
autor de las lesiones que ahora se juzgan.
«Yo no he maltratado ningún animal», dijo.
No
hace demasiados meses, el acusado se reconoció autor de esos hechos
ante la Guardia Civil y el juez. Incluso confesó que había matado de una
patada a otro perro que sacó de la perrera de Olivenza según informa el
diario
HOY. Pero ayer cambió su postura y aseveró que esas confesiones las hizo porque
se sentía intimidado por los agentes que lo detuvieron en su puesto de trabajo. «Incluso me oriné encima por el miedo que sentía», confesó.
N.B.B.
explicó que los propios agentes le dijeron lo que tenía que responder,
algo que negaron los componentes del Seprona (Servicio de Protección de
la Naturaleza de la Guardia Civil de Badajoz) que se encargaron de la
investigación.
Recibió un trato exquisito
El
sargento del Seprona señaló que fueron a detenerlo a su puesto de
trabajo de funcionario vestidos de paisano y que lo llevaron al cuartel,
donde le tomaron declaración en presencia del abogado que eligió el
propio acusado. «El trato que recibió fue exquisito».
Luego
contó el sargento que le pidieron permiso al sospechoso para ir a su
domicilio y que una vez allí les entregó la tijera quirúrgica, con mango
rojo, con la que confesó haber hecho los cortes a los cachorros.
Testimonio de un trabajador de la perrera
Este agente afirmó que la investigación los condujo hasta él después
de que un joven contara que los cachorros mutilados eran los mismos que
él había recogido en una calle de El Nevero y llevado al chalé de su
jefa, quien los entregó en la perrera de Badajoz.
Tirando
del hilo, el Seprona de Badajoz localizó a un antiguo trabajador de la
perrera municipal que recordaba la identidad de un hombre que se llevó alrededor de 30 cachorros a lo largo de un año, algunos de ellos con características similares a los animales torturados.
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