http://www.ellibrepensador.com/2011/12/15/un-coto-de-caza-llamado-espana/
Un coto de caza llamado España
Bienvenidos al “Pim, pam, pum” nacional. Pasen, carguen, apunten y maten señoras y señores. Tenemos vidas a precio de saldo. Ustedes ponen las armas y la administración les otorga el beneplácito para apretar el gatillo. De proporcionar las víctimas se encarga la naturaleza, un entorno que hemos transformado a golpe de ley en caseta de feria y donde los premios son peluches de piel, carne y hueso. Disparen a mansalva y sin miedo que los animales están para eso: negocio y diversión humanas. En su caso, tratándose de un puro entretenimiento, nos ocuparemos de cubrir el rojo de la sangre que derraman esos monigotes al ser alcanzados, con el verde implícito en términos como conservacionismo, ecologísmo o sostenibilidad, tan de moda y tán rentables hoy en día, que ya se sabe que es más útil parecer honrado que serlo…
La Junta de Castilla y León autoriza la caza de corzas durante la época en la que están preñadas o amamantando a sus corcinos. Por supuesto que, abatida la madre, la cría queda condenada al desamparo, la agonía y la muerte. “Descaste de hembras” lo denominan oficialmente estos tecnócratas, unos burócratas en los que no se sabe si la perversión nace de la ignorancia o es al reves; una medida adoptada según ellos para controlar la población, y aunque los sabemos hábiles en el empleo de eufemismos nos restan ojos y conciencia suficientes como para entender que la expresión adecuada, la sincera, sería degollina de hembras y camadas.
El mismo organismo y suponemos que idénticos funcionarios y políticos permiten que se maten los llamados “híbridos”, esto es, el resultado del cruce entre un perro y una loba. No están solos en la decisión, otras comunidades como Galicia secundan la iniciativa. Dicen que es para preservar a los lobos, pero por otra parte catalogan a éstos como especie cinegética al norte del Duero y en ocasiones al sur, estableciendo un cupo para que sean abatidos a tiros. Esta vez, afirman, se rigen por un criterio de aprovechamiento sostenible.
El Parlament de Catalunya aprueba un decreto que da el visto bueno para la captura, en vivo puntualizan, de 60.000 pajaritos fringílidos que estaban hasta ahora protegidos. Hablamos de gorriones, verderones, pardillos, pinzones, etc. ¿Se imaginan cuántos de ellos se quedarán tiesos como lo que son, pajarillos, durante ese proceso? El decreto indica que se trata de una modificación en la ley de protección de animales.
Son cuatro ejemplos de nuevas normativas que, para mayor gozo de los cazadores, amplían el elenco de vidas destrozadas por este pasatiempo cruel. Cuatro disposiciones responsables de miles de muertes directas y de no pocas indirectas: las de aquellas criaturas que quedarán desvalidas por falta de madre y las de una estadística siempre en aumento: los seres humanos heridos y fallecidos por los numerosos “accidentes” habidos en la actividad cinegética.
No está de más analizar las expresiones que los acompañan: control, preservación, aprovechamiento, sostenibilidad, protección. Díganme, ¿alguien que sólo escuchase esos términos sin saber más del asunto podría presuponer algo negativo en las disposiciones aprobadas?, ¿y quien contemplase el miedo, la huida angustiosa, el dolor, las oquedades dejadas por los cartuchos en los cuerpos, las hemorragias, los llantos, gemidos y aullidos de sufrimiento de los animales, sus cadáveres inmóviles y ensangrentados, y a las crías aterrorizadas y desvalidas a su lado, sería capaz de oírlos sin sentir arcadas? La hipocresía y el cinismo son actitudes censurables, pero cuando parten de políticos y cuestan vidas deberían de convertirse en conductas condenables, moral y penalmente.
Hay estados en los que la caza está prohibida. Los Países Bajos y Holanda son dos de ellos. No sé ustedes, pero yo no recuerdo haber visto en los periódicos que una bandada de estorninos haya arrasado un barrio de Auckland vaciando a picotazos las cuencas oculares de sus habitantes, ni que miles de zorros rojos tomen las calles de La Haya enseñando el colmillo. ¿Qué ocurre?, ¿que en España los animales padecen algún tipo de idiocia que les impide autorregularse tal y como lo hacen donde está prohibido matarlos?, ¿o acaso los nuestros son más letales por sus ataques continuos y feroces a miembros nuestra especie? No, es una cuestión de respeto y progreso: el que ellos manifiestan y nosotros no. Mientras Holanda marca la tendencia mundial en el fin de la experimentación con animales, aquí se va a inaugurar, con los presupuestos, faltaría más, otro centro en Lugo que estará destinado a tan terrible e innecesario menester. Es sólo una muestra que no tiene que ver con la actividad cinegética en la forma, pero sí en el fondo, ese fondo en el que nuestros gobernantes chapotean entre el primitivismo, la ambición, la crueldad y el especismo. Ese fondo de maltrato y desprecio hacia los animales en España.
En el caso de la caza, lo que hay detrás de estas aberraciones y otras similares es la presión de un sector que ostentan un gran poder económico y decisorio. Federaciones cinegéticas ávidas del dinero público que reciben o un buen número de escopetas insignes en nuestro País, determinan algunas de las razones de la permisividad y facilidad para la comisión de estos crímenes legales. Pero qué vamos a esperar de una nación en la que al Rey cazador se le construye, pagadita por todos, claro, una silla especial para que se desfogue a tiros con seres vivos, tiros lanzados con armas provinientes algunas de ellas de una fábrica en Italia, donde se hacen a mano y cuya exigüa producción, unas treinta al año, hace que cada unidad cueste entre 130.000 y 200.00 euros. Que ni el recuerdo de su hermano Alfonso le quite las ganas de manejar armas de fuego dice mucho de la ética del escopetero, y que el escopetero sea Monarca, explica en buena medida porque España es un inmenso coto de caza en el que cada vez es más fácil matar. ¡Ay Berlanga!
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